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Galletas Mariñeiras, la larga y fructífera travesía de Daveiga

Las Galletas Mariñeiras son una adaptación moderna del pan de barco, una solución antigua de los marineros para conservar el pan en las largas travesías oceánicas de forma natural. Se pueden comer solas o como acompañantes de las comidas a cualquier hora, ya que se pueden combinar con dulce o salado y su resistencia a la absorción de humedad permiten que no se ablanden con el paso de las horas. Conocemos cómo llegaron estas galletas a Chantada de la mano de uno de sus creadores.

LOS ORÍGENES DE DAVEIGA

Daveiga empezó a formarse en el año 2003 cuando Xosé Lois Lamazares viajó a Buenos Aires para conocer la empresa que tenía uno de sus hermanos, en la cual hacían galletas similares a las Mariñeiras. Los tres promotores del proyecto, entre los que está Xosé Lois, siempre tuvieron la inquietud de tener una empresa propia en Rodeiro (Pontevedra), villa de la que son naturales. Por eso hicieron un estudio de viabilidad de una iniciativa agroecológica, pero cuando conocieron el trabajo de su hermano en Argentina se pusieron manos a la obra para implantarlo en Europa. «Nos había comentado lo que hacían, pero nunca nos había llamado la atención hasta que fuimos allí y vimos potencial para aquí, para el mercado europeo», apunta Xosé.

El viaje fue en  2003 y, después de madurar la idea, en 2005 constituyeron la sociedad. En un principio querían instalarse en Rodeiro, pero faltaba suelo industrial, entonces solo les quedaba Lalín o Chantada. «Nos decidimos por Chantada porque tenía más peso en la agroindustria, nos parecía una localización más interesante para el proyecto», indica. El desarrollo de este producto llegó a finales de año: «Nos llevó seis meses porque, a pesar de conocer el proceso, nosotros teníamos un planteamiento diferente y la producción era diferente, entonces pasamos un tiempo hasta conseguir un producto excelente para presentar en el mercado», puntualiza. Además, buscaban contribuir a la zona, ya que «en ese momento había un déficit de actividad económica en el interior». Incorporaron el concepto de economía social y producción responsable «respeto del consumidor y, sobre todo, de la organización empresarial y de la política laboral de la empresa».

UNA GALLETA «AGRADECIDA»

Actualmente, entre el mercado portugués y español, cuentan con unas 16 referencias de las Galletas Mariñeiras. A la hora de crear una nueva variedad, se centran en tres cuestiones. Por un lado, adaptarse a los perfiles de la clientela; por ejemplo, para la hostelería es más práctica una galleta más pequeña que la clásica, pues «hicimos una referencia adaptada para ellos». Otro punto a tener en cuenta es el sabor y, por último, que sean saludables. «La galleta es muy agradecida a la hora de incorporar un nuevo sabor», explica Xosé. En la actualidad están pendientes de sacar las Mariñeiras bañadas en chocolate; de hecho, tienen ya toda la maquinaria para hacer el proceso.

LA SEGURIDAD DEL SELLO DE CRAEGA

Lo primero que querían era contar con materias primas producidas o, por lo menos, transformadas en el espacio más próximo y, por supuesto, que no incorporaran aditivos. «Una de las cosas que más definía esa filosofía era contar con el sello de Craega», aporta Xosé. Por eso, en 2007 ya contaron con la certificación en su línea ecológica. Actualmente, el 10 % de su producción cuenta con el sello. Este porcentaje se debe a que uno de los canales principales de distribución son los supermercados «y ahí prima la producción no certificada».

Xosé tiene claro  con el paso de los años que «el producto ecológico tiene algo en contra, los precios, pero poco a poco se está aproximando al producto convencional». Considera que hay una mayor conciencia y aquellos que cuentan con la certificación ofrecen una mayor seguridad. «No es lo mismo que nosotros digamos que es saludable y natural que sea el Craega quien lo certifique», señala.

PERSONAL PARTICIPATIVO

Actualmente, en la empresa trabajan unas 80 personas, de las cuales solo unas 9 no están de forma estable. Lo más destacable de esta entidad es que todas ellas forman parte de la empresa. «El modelo participativo que tenemos aporta muchas ventajas, entre ellas, la flexibilidad a la hora de organizar la jornada laboral», explica Xosé. Recientemente, pusieron en marcha un tercer turno, la noche, en el que se trabaja de forma voluntaria. «Se da la circunstancia de que hay más voluntarios de los que hacen falta. Esto es fruto del modelo participativo, ya que son ellos quien lo deciden», destaca.

Además de esto, los empleados forman parte de la dirección de la empresa y, si hay beneficios, también los recogen. Hay una total transparencia, ya que todos forman parte de las decisiones que se toman, ven lo que cobra cada uno y tienen conocimiento de los datos económicos; por ejemplo, saben los beneficios que se generan. «Lo que pretendemos es que tengan constancia de cómo está organizada y el porqué de lo que se lleva a cabo, que vean que somos coherentes con lo que hacemos», aclara.

APUESTA POR EL RURAL

La contribución con el desarrollo rural viene por crear puestos de trabajo. «Desde que nacimos, fuimos mecanizando, pero no automatizamos, queremos que siga siendo semiartesanal, una porque le proporciona al producto final esa manipulación intensiva por parte de las personas y otra porque nos permite crear puestos de trabajo», explica. De hecho, mecanizaron esas partes de trabajo que eran más «pesados», así mejoraban el proceso y mantenían los puestos laborales. Otro factor es utilizar materias primas que creen valor añadido. «En la producción convencional compramos materia prima que procede de Galicia o que es transformada aquí. No todo es 100 % gallego, pero sí de las zonas más próximas». Xosé comenta que cuando dieron vida a Daveiga no pensaban en una inversión empresarial, «estábamos pensando en llegar a tener unos puestos dignos de trabajo y lo conseguimos, además de lograr una rentabilidad».

UN PROYECTO EN CRECIMIENTO

A pesar de que estamos en la recta final de una pandemia, Daveiga no notó su paso. Venían de épocas de crecimientos de alrededor del 40 % y, aunque las ventas bajaron, hubo crecimientos, «por eso estamos satisfechos». La Galleta Mariñeira no es un producto cotidiano ni de primera necesidad, «aun así no hubo un gran descenso de ventas». Además de esto, desde la empresa no frenaron el proyecto de la nueva nave, que estará abierta para el próximo año, un proyecto que venía desde el 2019; «ya teníamos estudio técnico y la solicitud de obra. No nos vimos en el deber de parar, porque les seguimos viendo potencial a las Mariñeiras y cuanto antes lo tengamos listo para sacarle rendimiento, mejor», resalta. Se trata de una reinversión de los excedentes de la empresa que llega a unos 5 millones de euros.

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